La industria

Desde la más remota antigüedad en España se ha utilizado la piedra natural como roca de construcción. En un principio, cuando las técnicas eran aún muy rudimentarias, los antiguos españoles empleaban las rocas únicamente labradas para sus monumentos funerarios, religiosos, o como bases para su morada o fortificaciones.

Lentamente evolucióno la técnica de la cantería, del corte y labra de la piedra, y se fueron empleando más frecuentemente en la edificación, escultura y ornamentación.

Los griegos y los fenicios, colonizadores del litoral, dan un fuerte impulso al oficio, enseñando a explotar, cortar, labrar y esculpir los elementos arquitectónicos y escultóricos con que se construyen y embellecen sus casas y templos. Las ruinas de Ampurias y Rosas son testimonios conservados hasta nosotros de aquellos antiguos artesanos.

Con la conquista de la Península por los romanos, el arte de la cantería cobra un impulso inusitado, tanto en volumen de producción como en desarrollo tecnológico, el cual los colonizadores dominan de forma espectacular.

Su capacidad como ingenieros civiles y militares y su refinamiento como ciudadanos dan origen a construcciones que, aún ahora, causan asombro por su belleza y perfección técnica. Las calzadas que cruzan la Península, los puentes y esbeltos acueductos, en los que utilidad y estética van estrechamente de unidas, castros, murallas... y la insuperable belleza y refinamiento de villas, teatros, anfiteatros, son todas realizaciones en las que el mármol es materia fundamental que da forma y espectacularidad, Los escasos vestigios que aún revisten las ruinas del teatro de Mérida hacen estremecer al observador que vislumbra a su través lo que aquel recinto debió ser.

A partir de la invasión árabe de la Península, en S. VIII, los arquitectos árabes emplearon profusamente el mármol en edificaciones públicas y privadas. A verse privados de esculturas y pinturas por exigencias del Corán, dirigen su atención y sus esfuerzos al trabajo de la piedra, que trabajaron exquisitamente, para lograr las maravillas de la Alhambra, la Mezquita de Córdoba, Medina Azahara, etc...

La Edad Media marca un profundo retroceso técnico y cultural en Europa, y ello afecta también a la industria del mármol. No obstante el cantero español no ha olvidado su oficio y logra alcanzar cumbres de perfección en las catedrales románicas y góticas dispersas por nuestra geografía.

En la Edad Moderna, con edificios como el Monasterio del Escorial, el Palacio Real, los reales sitios, de influencia borbónica, se emplea mármol como la más noble y preciosa de las rocas de ornamentación. Es en esta época cuando la ciencia y el arte de la piedra se exporta al Nuevo Mundo y se producen las bellas construcciones coloniales en las que el mármol juega un papel fundamental.

Desde entonces hasta nuestros días la humanidad ha evolucionado técnicamente, y la industria del mármol se ha perfeccionado de forma paralela. La electricidad, el aire comprimido, los explosivos, las grandes máquinas de corte, carga y transporte, han hecho el laboreo más fácil y rentable, consiguiéndose un mayor aprovechamiento y una mejora de la calidad.

En los talleres, los elementos de corte diamantado, grandes telares, pulidoras, etc... máquinas sofisticadas, incluso robotizadas, han permitido prescindir por completo del esfuerzo humano, exigiéndose del hombre la supervisión y control, es decir, la contribución de su inteligencia y capacidad de juicio.

Con todo ello, se ha logrado una perfección de la producción que en el caso español permite a su industria abordar con éxito los mercados internacionales, con productos de la máxima calidad, habiendo adquirido una sólida reputación y un bien ganado prestigio.

Las empresas españolas han acometido con acierto la modernización del sector. Con ello han dado una respuesta a un reto y han aceptado el que ahora se les plantea, junto al resto de la economía española, con la adhesión a la Unión Europea y la desaparición de las barreras arancelarias.

La exportación de mármol español es muy importante, alcanzando a diferentes países, algunos tan lejanos y de tan difícil penetración como EE.UU y Japón.

Las variedades que se están extrayendo en España, con diferentes denominaciones y mayor o menor producción, rondan el centenar y seguramente exceden esta cifra. Algunas de ellas son, sin embargo, explotaciones de escasa entidad y, o bien abastecen mercados locales, o tienen una presencia efímera en los mismos. Otras, por el contrario, se encuentran muy introducidas, los yacimientos tienen reservas grandes, han sido bien estudiadas y la industria explotadora es moderna y tecnológicamente avanzada.

Los centros más desarrollados, que aún coexisten con unidades de producción rudimentaria y algunos de carácter familiar, se encuentran en el País Vasco, Levante y Andalucía: Marquina, Novelda y Macael son localidades españolas universalmente conocidas, vinculadas estrechamente al mármol en el que han basado su desarrollo económico.

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